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Pedí un taxi y me llegó un ligue sexy 

En 1, 2, 3 X NOSOTRAS hablamos sobre amor, desamor, sexo, autocuidado, empoderamiento, sororidad y demás temas que nos importan a las MUJERES, pero mis historias de ligue son sus favoritas, eso lo sé por la cantidad de lectorías que registran. 

Mi columna más leída es mi historia sobre la vez que salí con un eyaculador precoz, si no la han leído, se las dejó AQUÍ. Así que estoy segura que esta anécdota sobre la vez que conocí al conductor más sexy de la CDMX y lo hice mi ligue, les va a encantar.

Como no manejo, nunca tuve talento para hacerlo, suelo moverme en taxis. Desde hace varios años prefiero los privados para sentirme un poco más segura; aún así extremo precauciones cada que voy a bordo y les recomiendo hacer lo mismo, compartan su ubicación en tiempo real y vayan atentas siempre con las manos desocupadas. 

Un día regresaba a casa del trabajo y pedí el taxi privado, desde que me aceptó el conductor me enamoré (risas nerviosas). Era un hombre con rasgos muy mediterráneos y tengo una fascinación por el Medio Oriente. 

Cuando llegó por mí y me subí a su auto, me “derretí” pues si ya se veía guapo en fotos, en persona estaba demasiado sexy. Era un tipo como de 1.80 metros, complexión media pero con brazos y espalda fuertes, se le marcaban ligeramente los músculos, con muchas cejas y pestañas largas, ojos grandes, piel canela, barba cerrada, labios gruesos, pelo en pecho… 

Stop a la descripción, era un Dios marroquí, se los juro; muy parecido a Sheikh Hamdan bin Mohammed bin Rashid al Maktoum, mejor conocido como Fazza, príncipe de Dubái. A continuación adjunto foto para que se den una idea de sus rasgos físicos. 

Foto: Instagram @faz3

Afortunadamente era un conductor amable, de los que te ofrecen agua y te preguntan qué música quieres escuchar. Me comenzó a hacer plática sobre si trabajaba en el periódico, ya que allí me recogió. 

Le pregunté si era árabe y le dio risa porque me contó que no era la primera vez que le decían que parecía “talibán”; pero que no, que su familia era mexicana aunque su abuelo sí le contaba que tenían sangre turca de sus antepasados; sin embargo, él creía que le echaba puras mentiras. 

Me dijo que él vivía en la Gustavo A. Madero con su mamá y su tía e incluso me contó que dormía con un osito de peluche que le habían llevado los Reyes Magos. No sé cómo llegamos a ese detalle tan íntimo. 

El camino a mi casa es muy corto, así que solamente platicamos eso, pero antes de bajarme le propuse que fuera mi chofer de confianza, pues yo tomaba taxi a diario. 

Claramente a mí no me gusta perder el tiempo y en esta vida si no se toman las oportunidades, llegan otros y te las quitan y yo quería ese ligue para mí.

Sí me dio su WhatsApp y así empecé a escribirle cada día al regresar a casa para que pasara por mí. La verdad es que con el paso de los días me di cuenta que no teníamos nada en común y que me aburría con las pláticas.

Foto: Foundry / Pixabay

No tenía muchos temas que conversar, normalmente me hablaba de su mamá, su tía y su rutina diaria. Pero a mí me seguía pareciendo hermoso y era un placer verlo, además de que regresaba a casa segura. 

Un día, no recuerdo en qué número de viaje, me propuso ir a cenar, quería invitarme unos tacos que le gustaban mucho, le dije que sí aunque me cayeran pesado y no pudiera dormir. Esa noche fue la primera que no me quiso cobrar el viaje y desde entonces nunca más lo hizo. 

Regresando a casa, le propuse ir por una cerveza el fin de semana, me dijo que sí pero que no tomaba nada de alcohol pero podía pedir agua.

La cita del fin estuvo básica, cena y más plática aburrida, entre más pasaban los días más silencios incómodos había entre nosotros y yo estaba cansada de ser la única que hablaba hasta por los codos. 

Pero bueno, ya estábamos allí y pensé que podía mejorarse la noche si lo besaba. Así que cuando llegamos de regreso a mi casa, cuando se bajó a abrirme la puerta, lo besé. 

Foto: drakcode / Pixabay

Fue un beso prudente, no hay mejor manera de describirlo. Lo invité a pasar a mi depa de soltera, pero me dijo que era tarde y estaba cansado. 

El fin de semana no nos vimos y al siguiente lunes que pasó por mí me saludó con un beso en los labios. Durante el camino me iba besando la mano. 

Antes de bajarme de su auto me preguntó si ya éramos novios y yo me espanté, de inmediato le dije que no, que estábamos conociéndonos pero que fuéramos lento. 

Pasaron un par de semanas y no pasaba de besitos, hasta que le pregunté si no tenía ganas de que tuviéramos sexo. Me dijo que prefería que ocurriera cuando ya fuéramos novios. NO es broma esto. 

Era la primera vez en mi vida que un ligue me decía algo así y, por supuesto, como no me lo esperaba, comencé a pensar que tal vez no le gustaba lo suficiente o que había algo raro en él o en mí. 

Mis intenciones de ligue con el sexy conductor se desmoronaron, pero él seguía atento, siendo mi chofer all time. Para ese momento ya amaba llevarme a todos lados: al mercado, al dentista, al banco… 

Me di cuenta que estaba muy cómoda porque tenía a un hombre muy disponible para pasar por mí a la hora que le dijera, pero no había más que eso. 

Foto: Shubham Dhage / Unsplash

Mientras esto pasaba conocí a un vecino y entonces comencé a enfriarme con él. Un día me llamó para decirme que estaba afuera del periódico, que me llevaba a casa. Bajé y nos fuimos, pero le conté que estaba conociendo a otra persona. 

Me abrió la puerta del auto, me dio un abrazo, me dijo adiós y esa fue la última vez que lo vi. Dejé de ver su foto en WhatsApp, pensé que me había bloqueado, así que le llamé y había cambiado su número de teléfono. 

Nunca más me lo he vuelto a topar en la app de taxis privados, supongo que si le he salido, no toma el viaje. 

Y así acabó este ligue tibio con el que encontré un chofer privado all time and free en vez de una aventura inolvidable.

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Vanessa Pérez Vanessa Pérez

Subdirectora digital y experta en periodismo rosa, apasionada de contar historias, del futbol y del cine de terror. Durante los años que ha ejercido el oficio periodístico, ha coleccionado historias tuyas, suyas y NUESTRAS. Ahora... llegó el momento de contarlas. 

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