Tras una ruptura con su pareja, Ana Helena Saldaña había regresado a vivir temporalmente a la casa que compartían su madre y sus abuelos. En ese momento tenía 23 años y miles de sueños por cumplir: quería ser mamá mucho antes de los 30, viajar por todo el mundo y vivir fuera de México.
Desde pequeña conocía el valor de la libertad y la independencia. Mientras estudiaba administración de empresas, trabajaba en una compañía transnacional como organizadora de eventos. Amaba el deporte, por lo que iba al gimnasio religiosamente. Ana Helena era imparable.
Pero su historia cambió el lunes 2 de noviembre de 2018, cuando regresaba a su casa exhausta tras haber trabajado todo el fin de semana. Mientras recogía las cosas que tenía en su coche, aparcado frente a su casa, una mujer con una bolsa blanca le ofreció unas gelatinas que supuestamente estaba vendiendo. Ana Helena dice que las rechazó amablemente, pero esta insistía y no estaba dispuesta a irse. A la mujer le acompañaba un hombre que permanecía distante con el rostro cubierto por un cubrebocas.
Cuando Ana Helena abrió la puerta de su casa para entrar, tratando de ignorar a la insistente mujer, su perra Mila salió del interior con actitud de protección y se dispuso a atacar a la supuesta vendedora. “Yo enseguida empecé a regañarla para que entrara de nuevo a mi domicilio. Esa mujer no me había hecho nada y no podía permitir que Mila se comportara de esa manera”, dice Ana Helena.
Sin embargo, cuando logró que su perra se metiera y ella se giró para entrar, sintió cómo la mujer lanzaba un líquido hacia su rostro. Al principio pensó que se había molestado por no haber hecho la venta y le lanzaba la mercancía, pero inmediatamente descubrió que no era así. “Mi primera reacción fue abrir la puerta de la casa y ahí me di cuenta de lo que era, cuando la llave empezó a derretirse en mi mano”.
El inicio de una batalla para Ana Helena Saldaña
Cuando llegó esa noche al hospital, los médicos no podían garantizar que Ana Helena sobreviviera al ataque de ácido. A medida que pasaban los días, diferentes diagnósticos aparecían: el tabique de su nariz se había desgastado por la progresión del ácido, sufrió quemaduras de tercer grado en la cara, el pecho, el cuello, el brazo y la pierna derecha, así como pérdida de la visión en el ojo derecho.
Actualmente Ana Helena vive fuera de México, porque para ella vivir aquí ya no es una opción. Visita el país solamente por las consultas con sus médicos y para reunirse con sus abogados. No obstante, su lucha no sabe de distancias y su voz permanece fuerte –como el primer día– en busca de justicia.
¿Cómo ha sido tu proceso de recuperación?
“Ya llevo 16 cirugías y aún no sé cuántas faltan. De eso nos vamos dando cuenta con el tiempo. En realidad, todo mi tratamiento médico ha sido a base de prueba y error. Gracias a Dios hemos ido por el camino correcto, pero siempre hemos vivido con la incertidumbre de si va a funcionar o cuánto tiempo va a funcionar. Sin embargo, creo que soy una de las pocas mujeres atacadas con ácido en América Latina que no tiene deformaciones, y eso es gracias a la cirujana Anabel Villanueva”.
Aparte de los tratamientos físicos, ¿has hecho otro tipo de terapia?
“Desde que todo esto comenzó he tomado terapia psicológica y hasta hoy no la he dejado. Siempre estoy en constante comunicación con mi terapeuta que ha sido también una gran aliada en todo este proceso”.
Luchando contra la impunidad
Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en tan solo 2022 se sumaron 3 mil 754 muertes de mujeres, de las cuales solo 947 (el 33.7%) se investigaron como feminicidios –los cuales son abordados como “presuntos” ante la falta de resolución–, mientras que el resto se considera por homicidio doloso.
En la actualidad no existen registros oficiales del número de ataques hacia mujeres con ácido, pero según el registro de la Fundación Carmen Sánchez, en los últimos 20 años al menos 30 mujeres en México han sido atacadas con ácido. El 85% de estos ataques han tenido a un hombre como autor intelectual y en el 96% de los casos no ha habido sentencia.
De acuerdo con los datos que tiene Ana Helena, quien actualmente forma parte de la red sin fines de lucro No Es Una Somos Todas, solamente en Ciudad de México hay más de 30 mujeres víctimas de ataque por ácido, la mayoría sin obtener justicia.
“Yo no podía entender cómo era posible que mi delito lo estaban clasificando como ‘Lesiones que sanan entre 15 y 60 días’. Para las autoridades, como yo era la única víctima no se podía hacer nada. Una víctima no es suficiente para que se haga justicia”, comenta.
Mientras su caso se difundía, más mujeres –víctimas de ácido y otros tipos de maltrato– contactaban a Ana Helena con el fin de acompañarse y a la vez visibilizar lo que estaba sucediendo.
Ana Helena considera que debido a la negligencia de las autoridades se ha perdido la oportunidad de poder avanzar en su caso. “Todo lo que está en la carpeta de investigación, lo he conseguido yo”. Hasta el momento hay una persona detenida, pero el autor intelectual sigue en libertad.
¿Cómo ha sido el desarrollo de tu caso?
“Es ridículo que la víctima en este país tenga que armar su carpeta de investigación, presionar a las autoridades y enfrentarse a los medios. He tenido sesiones con la fiscalía de hasta seis horas y no se resuelve nada. Ese es mi caso; muchas otras ni siquiera tienen el privilegio de ser escuchadas. Cuando te enfrentas cara a cara con la realidad es más doloroso de lo que nos imaginamos. Lo irónico es que prácticamente el 80% de las personas que han llevado mi caso en las fiscalías han sido mujeres. Les he pedido que se pongan a pensar que esto pudo haberle pasado a sus hijas, a sus hermanas, a sus madres. No hay empatía”.
¿Has notado irregularidades en tu caso?
“En todas las fiscalías en las que ha estado mi carpeta ha habido negligencia de corrupción, principalmente en la fiscalía general. Hace casi cinco años tuve la primera reunión con la fiscal Ernestina Godoy para presentarle mi caso, y me juró viéndome a los ojos que iba a hacer justicia. Hace poco nos encontramos de nuevo, y no tenía claro quién era yo. Espero poder hablar algún día con total libertad de las irregularidades de mi caso. Vivimos en un país donde no solo le tienes miedo a tus agresores, sino también a los que te protegen. Uno ya ni sabe por dónde va a venir el golpe”.
En 2019 estuviste en el Congreso por la iniciativa de reforma del Código Penal
“Al principio, me di cuenta de que había mujeres que decidieron vivir en el anonimato por falta de justicia. Yo sentía que tenía que hacer algo, y fue cuando Alessandra Rojo de la Vega, quien en ese momento estaba en la cámara como diputada, se me acercó para que juntas solicitáramos una reforma del Código Penal en la que se considerara como delito causar lesiones a mujeres mediante el uso de ácidos o sustancias corrosivas.
“Tardó un año para que aprobaran la propuesta pero se logró, en nombre de todas las mujeres que han sido víctimas de estos ataques. Sin embargo, aún no hay sentencias, no hay detenidos o están a punto de salir libres. Supongo que este esfuerzo sirvió para abrirle, de alguna manera, la puerta o darles las herramientas a quienes tengan que pasar por este infierno para poderse defender, aunque sea de una manera penal”.
El poderío de su voz
Las heridas de Ana Helena han ido sanando y en el camino ha descubierto que su experiencia y su voz han servido para ayudar a otras mujeres. “No se queden calladas, nunca se sabe quién las está observando o a quién le van a cambiar la vida o la perspectiva de su propia situación”.
Mientras tanto, Ana Helena Saldaña desea enfocarse en terminar sus tratamientos médicos y poder darle carpetazo a la agresión que sufrió para poder reencontrarse con ella misma, con la esperanza de poder retomar su vida. “Cuando te pasa algo así, tienes que aferrarte a algo, sino te vuelves loca. Es necesario encontrar esperanza y paz en medio de la tormenta que vives y de toda la oscuridad que tienes que atravesar”.
Estoy escribiendo todo. Estoy guardando todo, porque espero que algún día pueda hablar con libertad de lo que realmente pasó.
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