Violentómetro, la violencia de género se mide así

violencia-genero

Las mujeres normalizamos por años la violencia de género y es por ello que se tuvo que hacer un violentómetro, es decir, una “regla” que mide el nivel de maltrato que podemos vivir y que durante años permitimos.

Antes el concepto de violencia era solamente para definir los golpes o los gritos; sin embargo, los niveles de abuso también pueden ser ciertas acciones que desembocan en un maltrato psicológico. 

A veces pensamos que la salud física es lo único que importa y olvidamos que es igual de importante la mental, que aunque las marcas del dolor no se ven, sí se sienten y desembocan en traumas, complejos, frustraciones, depresiones y otras enfermedades. 

El violentómetro fue realizado en 2021 por la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género (UPGPG) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) bajo el hashtag #CeroToleranciaALaViolencia y se divide en tres niveles que se representan por los colores del semáforo, justamente a manera de prevención. Aunque posteriormente el Gobierno de la CDMX modificó los colores a amarillo, rojo y morado. 

Foto: Jason Leung / Unsplash

De abajo hacia arriba, el violentómetro mide este tipo de maltratos: 

1. Bromas hirientes

2. Chantajear

3. Mentir / engañar

4. Ignorar / ley del hielo

5. Celar

En esta etapa comienzan las luces para que te des cuenta que si sigues permitiendo lo anterior, la violencia aumentará, ¡ten cuidado!

La violencia va aumentado y se ve de esta manera:

6. Acechar / stalkear en redes sociales

7. Culpabilizar

8. Descalificar

9. Ridiculizar / ofender

Foto: Engin Akyurt / Unsplash

10. Humillar en público 

11. Intimidar / amenazar

12. Controlar / prohibir (amistades, familiares, dinero, lugares, apariencia, actividades, celular, mails y redes sociales)

13. Destruir artículos personales 

14. Manosear

15. Caricias agresivas 

16. Golpear “jugando”

17. Pellizcar / arañar

Foto:_ Tumisu / Pixabay

18. Empujar / jalonear 

19. Cachetear

20. Patear

21. Encerrar / asilar 

En este punto la violencia es alta, pero todavía puedes reaccionar para evitar que te destruyan. ¡Reacciona y acude por ayuda profesional! 

El último bloque del violentómetro es el que puede terminar en un feminicidio. 

Foto: Semprepiusu03 / Pixabay

22. Sextorsión

23. Amenazar con objetos o armas

24. Difundir contenido íntimo sin consentimiento por medios digitales

25. Amenazar de muerte

26. Forzar a una relación sexual 

27. Abuso sexual

28. Violar

29. Mutilar 

30. Asesinar (homicidio / feminicidio)

Para prevenir la violencia de género primero debemos informarnos y educarnos y saber identificar lo que es maltrato, lo que no debemos permitir y estas herramientas como la regla del violentómetro pueden comenzar a concientizar a las estudiantes, a las adolescentes para que desde temprana edad no se permita el abuso.

Sin embargo, no importa la etapa de la vida en la que te encuentres, la violencia es actualmente un problema de salud pública a nivel mundial. Si estás viviendo algún tipo de maltrato marcado en el violentómetro, estás a tiempo de salir de allí. ¡No estás sola! 

Las instituciones que apoyan a las víctimas de violencia de género son: 

Províctima 

  • Orientación legal
  • Atención psicológica
  • Trabajo social
  • Terapia grupal
  • Atención médica a primer nivel
  • Acompañamiento psicoemocional
  • Intervención en crisis
  • Grupos de autoayuda

Tel: 555 681 8125 / Gratuito: 800 715 2000

Instituto Nacional de las Mujeres

  • Orientación psicológica y legal 
  • Atención en crisis 
  • Canalización a instituciones de ayuda

Tel: 55 5322 6030 (horario de lunes a viernes de 9:00 a 17:00 horas)

Otras redes de apoyo las puedes encontrar aquí.

No normalices la violencia, rompe la cadena y conviértete en el cambio que necesitamos para vivir libre y sanamente. 

Si quieres descargar el violentómetro en formato de regla o de separador de libros puedes hacerlo aquí. 

“Por ser MUJER, lo perdí todo”: la historia de Camila

mujer

Ser MUJER lo es todo y como tal, merecemos el respeto y reconocimiento igualitario que el machismo nos ha arrebatado. Ese fue el eje de un evento feminista al que asistí hace unos días y en el que conocí a Camila, quien perdió hasta los apellidos por luchar por su género. Esta columna 1, 2, 3 X NOSOTRAS también es un espacio para exponer las historias de mujeres que con su lucha nos inspiran, como ella.

Nació siendo hombre en Chimalhuacán, Estado de México, hace 41 años, sus padres la llamaron José María y le decían “Chema”. Creció en una familia muy católica y machista. Su papá era peluquero, tenía su negocio en su casa, y su mamá era ama de casa. Tuvo 5 hermanas, todas mujeres. Fue la última hija porque su papá quería un varón.

Su familia vivía con lo necesario, recuerda que muchas veces no había dinero para comer y tenían que vivir de huevo, arroz y frijoles. Su casa (en obra negra) se componía solamente de tres cuartos: uno lo ocupaban para la cocina y la sala, el otro era la recámara de sus papás y el tercero era donde dormían todos los hijos. Compartían un baño en la casa pero tenían el de la peluquería para las emergencias. 

Camila recuerda que desde el kinder comenzó a sentirse una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y eso se fue intensificando con los años, siempre quiso que le dijeran: ella. Sin que se dieran cuenta, robaba la ropa de sus hermanas y se la ponía en los probadores de las tiendas. En esos momentos ella se sentía bien, le gustaba lo que veía en el espejo. 

Foto: Pixabay

Cuando entró a la secundaria, sus papás y hermanas comenzaron a violentarla con calificativos como: “puto”, “maricón”, “mayate”, al igual que lo hacían sus compañeros de la escuela y los vecinos. 

Pero todo se puso peor el día que cumplió 13 años y su papá le pidió a su compadre que lo “hiciera hombre”. A ella le dijo que su padrino iba a llevarla a festejar, se arregló y nunca pensó que ese día su vida iba a cambiar por completo, pues confiaba en su padrino, hasta ese momento era de las pocas personas que no la habían agredido por sus evidentes preferencias de género. 

Cuando se subió al taxi de su padrino comenzó un discurso sobre que estaba en la edad de “hacerse hombrecito” y que sus papás estaban preocupados por sus gustos “afeminados”. Ella guardó silencio, no sabía qué decir, no sabía si era el momento de confesarse. Y es completamente entendible, era una niña, tenía 13 años y nunca le crearon un vínculo de confianza para poder hacerlo, al contrario, solamente la agredían y la discriminaban.

Llegaron a un burdel, en el que ya la esperaban dos sexoservidoras en uno de los cuartos del lugar, a las que su padrino les había pagado para que tuvieran sexo con ella. Le pidió que entrara y recuerda haberlo hecho temblando. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordarlo, como aquella vez.

Foto: Pixabay

Entró sin decir nada y en cuanto cerró la cortina que funcionaba como puerta, las mujeres comenzaron a acariciarla para tratar de calmarla, ella se congeló. Le quitaron la ropa, la hicieron que las tocara y la masturbaron. 

Le hicieron sexo oral las dos, la estimularon vía anal para tratar de que tuviera una erección, lo cual nunca pasó. Cuando terminó su tiempo, salieron y la dejaron vistiéndose. Esa tarde Camila fue violada por dos mujeres y les pagaron por ello. 

Salió del privado sintiendo la tristeza más grande y queriendo terminar con su vida. Era una niña pero sabía que no quería regresar a la casa en donde las personas que supuestamente la amaban la habían lastimado de esa manera. 

Su padrino se sentó a tomar con las sexoservidoras y ella aprovechó para salir corriendo del burdel. Con la muda de ropa que llevaba y menos de 30 pesos en la bolsa, Camila decidió no volver nunca más con su familia. 

Esa noche tomó el metro a la CDMX, específicamente a Bellas Artes, donde buscó una banca para dormir y así comenzó a sobrevivir un día a la vez, pasando hambre, frío y peligros, pero nunca más por una violación. 

Lo primero que hizo fue “bautizarse” con el nombre de Camila sin apellidos y comenzar de cero, asegurando que no tenía familia y que no recordaba nada de su vida; hubiera querido que realmente fuera así. 

Trabajó en todo, en los mercados, haciendo limpieza en casas, de ayudante en varios negocios, todos empleos informales porque no tenía documentos. Siguió sufriendo discriminación y violencia verbal pero a esas alturas ya todo se le resbalaba, había creado una “capa” gruesa de piel que la blindaba porque se prometió que nunca más nadie iba a lastimarla de ninguna manera. 

Hasta que conoció a su jefa actual, que tiene una estética y que es madre soltera de dos hijos, pues huyó de su esposo alcohólico cuando se cansó de las golpizas y los malos tratos. Sus historias las hicieron sentir empatía la una por la otra; mujeres somos y la sororidad nos une. 

Al principio la dejó vivir en la estética hasta que Camila conoció a su actual pareja: Iván, un hombre que era cliente de la estética y que poco a poco se fue enamorando de ella. 

Foto: Pixabay

Hasta ese momento, Camila se vestía como mujer, se depilaba con cera y usaba bras con relleno, porque no tenía las posibilidades económicas para hacerse las cirugías y tratamientos que la hicieran sentirse ella. 

Pero cuando comenzó su relación con Iván, se les ocurrió comenzar a hacer tandas para obtener dinero y pagar los tratamientos de hormonas y su cirugía de senos. Hoy Camila se siente feliz con su imagen, aunque todavía están haciendo la “vaquita” para la cirugía de cambio de sexo. Dice que cuando eso suceda, al fin logrará mirarse al espejo con total amor. 

Pese a todo lo que ha vivido, Camila es una mujer muy resiliente, empática y sensible. Acude a eventos feministas en busca de poder tener una identidad como mujer y papeles oficiales que la respalden. En su camino ha conocido mujeres que buscan lo mismo: reconocimiento y derechos, ¡los merecen! 

Sobre su familia, nadie hizo nada por buscarla; supo que sus padres fallecieron y que sus hermanas siguieron el patrón machista, pues viven con hombres que las violentan. 

Camila dice que lo perdió todo por ser mujer, pero no es así, ella lo ganó todo precisamente por buscar serlo. Hoy tiene un hogar, por primera vez, un sitio seguro, una familia que la ama y la respeta, un trabajo y un cuerpo que ya siente suyo. Le falta conseguir papeles, pero su identidad ya la creó. 

A través de esta historia espero que encuentre el apoyo que le hace falta para ser reconocida oficialmente como MUJER. Por Camila y por todas NOSOTRAS que merecemos vivir sin violencia de género.

Sufrí abuso médico de un gastroenterólogo

medico

Mujeres: 1, 2, 3 x NOSOTRAS que somos valientes y nos atrevemos a denunciar la violencia de género. Hoy quiero contarles que sufrí abuso médico por parte de un gastroenterólogo de un hospital privado y no supe qué hacer. 

Las mujeres también sufrimos abuso por parte de nuestros médicos, según la American College of Obstetricians and Gynecologists y la American College Health Association, las áreas que concentran el 70% de las denuncias son: ginecología (medicina obstétrica), psicología y medicina general.

Según la Fundación Marie Stopes, el abuso médico se caracteriza porque el doctor sobrepasa el límite de revisión física profesional, como: 

  • Solicitar desnudez cuando no es necesario.
  • Hacer tocamientos o mediciones que no son apropiadas. 
  • Sugerir revisiones que no tienen relación con el motivo de la consulta.
  • Hacer comentarios ofensivos o inapropiados.
  • Hacer que la paciente ingiera medicamentos para drogarla.

abuso-medico
Foto: Online Marketing para Unsplash

El gran problema de ser víctima de abuso médico es que te cuesta trabajo identificarlo pues te sientes confundida porque se supone que estás tratando con un profesional de la salud; justamente eso me pasó y tardé días en entenderlo.

Hace unos meses padecí un cuadro de colitis nerviosa, por lo que acudí al gastroenterólogo, decidí probar en un hospital privado al que nunca había ido porque me queda más cerca de la casa en la que vivo actualmente y no quería atravesar la ciudad para ir con mi médico de cabecera. 

Mi primera consulta fue muy profesional y me agradó el trato con el doctor que me tocó. Debido a que mi cuadro de colitis era severo, me recetó tratamiento y me pidió realizarme unos ultrasonidos y estudios y me dio fecha para regresar un mes después.

hospital
Foto: Enric Moreu para Unsplash

Días antes de mi segunda consulta, desde el WhatsApp del hospital me indicaron que mi médico había tomado una licencia, por lo que me iba a atender un nuevo gastroenterólogo, me dieron su nombre y me pidieron confirmar. Lo hice.

Llegó el día de mi cita, fue a las 18:00 horas. Al entrar al consultorio el doctor me extendió la mano para presentarse, me dijo que era egresado del Instituto Politécnico Nacional y que tenía la especialidad en gastroenterología, pero que también había asistido algunos partos. Incluso me mencionó su número de cédula y me invitó a sentarme.

Mientras me decía todo esto, se quitó el cubrebocas, sacó de su mochila un perfume, se lo roció en las manos y lo untó en su pelo y mejillas. Me pidió perdón por hacerlo pero dijo que el día había estado largo y él se sentía sudado y mal oliente. 

abuso-medico
Foto: orzalaga para Unsplash

Inmediatamente después de eso se dirigió a apagar la luz, el interruptor se encontraba a mis espaldas. En ese momento mi corazón se aceleró, pensé que me iba a hacerme algo y estuve a punto de levantarme y salir corriendo cuando se acercó a mí, encendió una lámpara en forma de lápiz y me revisó los ojos, luego los poros de la nariz, siguió con las orejas y terminó pidiéndome que abriera la boca y sacara la lengua. 

Al terminar volvió a encender la luz y yo respiré otra vez. Por segundos recuperé la tranquilidad pero luego todo se puso peor de raro. Me dio la orden de colocarme la bata para revisarme. Yo me metí al biombo para cambiarme.

Me pidió recostarme boca arriba en la camilla y me dijo que me subiera la bata hasta las rodillas. Luego comenzó a auscultarme el abdomen, desde debajo de mis senos hasta el vientre bajo, como en forma de masaje. Siguió con pequeños golpes y terminó por presionarme cada parte con las yemas de los dedos para saber si sentía molestia. 

peligro
Foto: Esteban López para Unsplash

Algunos de estos toques me dolieron, pero sabía que era necesario para la revisión. Luego bajó sus manos por mis piernas, hasta llegar a las plantas de los pies y moverlos en forma circular hasta que tronaron, eso sí nunca me lo habían hecho en el gastro. 

Después me pidió que me volteara boca abajo y mientras lo hice, se dio la vuelta y me pidió que le avisara cuando estuviera lista. Yo me volví a acomodar la bata hasta abajo, me cubrí lo más que pude. 

Y en ese momento comenzó revisando mis riñones con pequeños golpes y luego me preguntó si mi periodo estaba alterado, pues había notado que debido a la colitis estaban muy inflamados mis ovarios y los riñones también. 

abuso-medico
Foto: Sansun Bughdaryan para Unsplash

Me preguntó a qué me dedicaba para saber si mi trabajo era muy estresante y me dijo que tenía que tronarme la columna y apenas terminó de decirlo cuando sentí cómo recargó su codo en mi espalda con todo su peso y tronaron todos mis huesos. Yo en ese momento me sentía en el quiropráctico en vez del gastro.

La revisión duró unos 5 minutos pero se me hicieron eternos porque no me sentía cómoda con lo que estaba pasando, no entendía si era normal, si él daba así la consulta o si estaba manoséandome y era un abuso

abuso
Foto: Steinchen para Unsplash

Al terminar, me dio la mano para bajarme de la camilla y me pidió que me vistiera. Cuando salí del biombo, él estaba viendo su celular y de pronto comenzó a reproducir audios de WhatsApp con la voz de su hija, quien le decía que su teléfono se había descompuesto y necesitaba que le comprara otro. 

Yo seguí allí sentada y él reprodujo más audios largos, hasta que le dije que si iba a darme de alta o tenía que tomar más medicina. Entonces comenzó a decirme que su ex ponía a su hija a que le pidiera cosas y que en realidad eran para ella, que estaba harto. 

No podía creer que estaba hablándome de cosas personales en plena consulta, yo me sentía muy incómoda con todo. Por fin comenzó a hacer mi receta, me dijo que iba a mandarme tratamiento por un mes más pero que tenía que ponerme una inyección en ese momento.

abuso-doctor
Foto: Bru-no para Pixabay

Le pregunté que para qué la inyección si yo no me sentía mal, pero respondió que para bajar la inflamación más rápido. Le dije que no, que no quería que me inyectara, que me diera la receta porque ya tenía que irme. No iba a permitir que me pusiera otra mano encima, además yo no tenía dolor, no veía necesario lo que quería hacer. 

Me dio la receta, indicaciones y me dijo que había anotado su WhatsApp por si tenía dudas, se levantó, me extendió la mano y me dijo que necesitaba relajarme mucho, que la próxima vez quería verme menos tensa. Yo salí de allí sin saber qué hacer, sin saber si era yo la que estaba exagerando, si todo eso era normal. Eso pasa con este tipo de violencia, te hace dudar y te confunde. 

Salí a agendar mi próxima cita con la recepcionista y me fui del hospital. Al salir le llamé a una amiga para contarle lo que acababa de vivir. Ella me dijo que eso no era normal definitivamente. Y lo peor es que yo olía a su perfume porque se lo puso en las palmas de las manos, entonces me lo impregnó al auscultarme. 

abuso-medico-ayuda
Foto: Anemone123 para Pixabay

Una semana estuve procesando lo que pasó y luego decidí regresar al hospital para hablar con el director, todavía iba dudosa de si el médico así daba su consulta, pero quería dejar claro que no me había sentido cómoda y que no estaba bien sentirse así como paciente.

El director me indicó que dos pacientes más ya lo habían denunciado por lo mismo, exactamente lo mismo, y mi testimonio solamente reforzó el porqué ya lo habían despedido y reportado a la Conamed (Comisión Nacional de Arbitraje Médico). 

En ese momento supe que debí parar esa consulta desde el momento que me sentí incómoda, desde que apagó la luz para revisarme con su lámpara. Algo que no les mencioné es que este seudo médico es joven (35 años), alto, delgado y con una imagen muy cuidada. Supongo que también aprovecha su aspecto para abusar de sus pacientes. 

Al final hice lo correcto: denunciar.

sos-ayuda
Foto: Marcel Eberle para Unsplash

A continuación te dejaré los contactos de instituciones en las que puedes realizar tu denuncia contra violencia de género. ¡Mujer, tienes derecho a vivir sin violencia! ¡No lo olvides!

AQUÍ puedes meter tu queja médica ante la Conamed.

AQUÍ puedes denunciar violencia familiar, sexual, laboral o contra los derechos reproductivos y feminicidios.

También puedes pedir ayuda a la línea Mujeres marcando: *0311 o al 55-5658 1111

Y para emergencias puedes llamar a Mujeres SOS marcando: *765

Micromachismos que vives sin darte cuenta 

micromachismos

¿Has escuchado hablar de los micromachismos?, ¿sabes qué son?, ¿puedes identificarlos? Estos actos pequeños siguen normalizados en nuestra vida diaria e incluso puede que NOSOTRAS mismas los sigamos obedeciendo porque se “esconden” en un chiste, un dicho o una conducta. 

El término micromachismos fue propuesto por primera vez en 1991 por Luis Bonino Méndez (psicoterapeuta y experto en problemáticas de la condición masculina, quien desarrolla actividades en los ámbitos de la salud mental y las cuestiones de género desde hace 40 años) para definir a las prácticas “sutiles” de control y abuso de género. 

“Pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados que los varones ejecutan permanentemente. Son hábiles artes de dominio, maniobras y estrategias que, sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones. Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad”, los define. 

Foto: Oscar Keys / Unsplash

“Las mujeres no deben…” completa la frase con lo que quieras, eso es un micromachismo que nos repiten una y otra vez y algunas lo creemos, entonces obedecemos a pesar de estar limitando nuestra libertad sólo por nuestro género. 

Ejemplos de micromachismos

A continuación te enlistaré los más comunes, palomea los que están presentes en tu vida y no te habías dado cuenta y te aseguro que serán al menos 5:

  • El rosa es para las niñas y el azul para los niños. 
  • Agradecer cuando el hombre ayuda en la casa. 
  • Los hombres son los que deben pagar la cuenta. 
  • No existe la amistad entre un hombre y una mujer. 
  • Los hombres no lloran, sólo las mujeres. 
Foto: Noah Buscher / Unsplash

  • Calladita te ves más bonita. 
  • Las mujeres deben cerrar las piernas al sentarse. 
  • Priorizar el éxito profesional del hombre sobre el de la mujer. 
  • Manejas como mujer. 
  • Todas las viejas son iguales. 
  • Limitar la forma de vestir por provocativa / Tú lo provocaste por tu forma de vestir.
  • Que el hombre siempre busque ganar más que la mujer. 
Foto: Engin Akyurt / Unsplash
  • El hombre debe enseñarle a la mujer. 
  • Las niñas son princesas. 
  • Deberías ser más femenina. 
  • Consíguete un novio, estás muy amargada. 
  • Eres la mujercita de la casa. 
  • Es una mujerzuela.
Ilustración: Pixabay
  • Los hombres no cambian pañales, por lo tanto solamente en los baños de las mujeres hay compartimentos para hacerlo. 
  • Criticar a las mujeres que no se depilan el vello corporal. 
  • Las muñecas son para las niñas y los coches para los niños. 
  • Los hombres no se pintan las uñas. 
  • Eres una histérica. 
  • Ya no es señorita. 
  • Así no se comporta una dama. 
  • No vas a poder o no vas a entender, es cosa de hombres. 

Como te puedes dar cuenta, los micromachismos son desde frases hasta acciones o condicionamientos que NOSOTRAS mismas debemos derribar porque también son una forma de desigualdad de género, aunque sean “pequeños”. 

Ilustración: Pixabay

Biológicamente nacimos distintos, pero todos somos seres humanos (no importa el género, incluso actualmente que se están reconociendo más de dos) y por ello debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades. ¡TODOS SOMOS SERES HUMANOS!

¿Sabías qué…? La violencia cometida en contra de las mujeres y las niñas es la violación a los derechos humanos más recurrente en todo el mundo.

Jessica González; sentencian a 50 años de prisión a su feminicida

jessica-gonzalez

En septiembre de 2020 Jessica González Villaseñor fue víctima de feminicidio en Morelia. Dos años y cinco meses después, finalmente se condenó al responsable de los hechos. Sentencia que llega tras un largo proceso en el que la familia de la joven y personas cercanas lucharon por defender su memoria y apelaron por hacerle justicia.

La desaparición que movilizó a Morelia

El 22 de septiembre de 2020 la familia de Jessica González comenzó una intensa búsqueda para dar con su paradero, luego de que la joven no volviera a casa tras haber salido por la tarde para encontrarse con un amigo. Tampoco contestaba mensajes ni llamadas, lo que alarmó aun más a sus familiares.

Se pusieron en marcha para saber dónde estaba, en medio de una pandemia que llevaba seis meses distanciando al mundo entero. A esta búsqueda se incorporaron las familias de los pequeños y pequeñas a los que les daba clase, en ese momento de manera virtual; también se sumaron colectivas feministas, personas cercanas y habitantes de la ciudad.

El miércoles 23, las calles principales de Morelia se tiñeron de morado, con pancartas en las que se leía su nombre y llevaban sus fotos al frente, para que se supiera que Jessica González se encontraba ausente y se esperaba su pronta aparición. Los días posteriores se repitió el proceso de búsqueda y movilización, trasladándose a oficinas del gobierno y a la Fiscalía de Michoacán, informó en su momento El Universal.

Fue en esas oficinas donde el 25 de septiembre de 2020 se informó que Jessica había sido localizada, sin embargo, ya sin vida. Autoridades de la Fiscalía informaron que el cuerpo de una mujer fue encontrado a las afueras de Michoacán. Las indagatorias concluyeron que se trataba del cuerpo de Jessica González.

La joven maestra se había convertido en una víctima más de feminicidio en la epidemia de violencia que atraviesa a México desde hace años.

Foto: Charbel Lucio / Archivo El Universal

Caso Jessica González

Jessica tenía 21 años, era Licenciada en Educación y trabajaba como maestra de preescolar, con una plaza que había ganado poco antes. La última vez que se le vio con vida fue el 21 de septiembre, alrededor de las cinco de la tarde, cuando avisó que saldría con un amigo que presuntamente se llamaba José Luis.

Esta información se desmintió en el transcurso de los días, reportaron diversos medios, y se tenía ubicado a Diego Urik como la última persona que estuvo con ella antes de su feminicidio.

Dio inicio una serie de investigaciones para esclarecer los hechos. Diego Urik era considerado ya sospechoso del crimen; asimismo, se difundió que Urik ya no estaba en su domicilio, dando indicios de huida.

Recurrieron a interrogar a los amigos de Diego, a sus padres y a la pareja sentimental de su mamá. Este último fue captado en un autolavado acompañando a Diego al día siguiente de la desaparición de Jessica González, lugar al que llevaron el coche que hoy se sabe, fue donde transportó el cuerpo de la joven previo a deshacerse de él.

Los detalles del feminicidio de Jessica González revelaron que la joven fue asesinada el mismo día de su desaparición, y que la única persona que la vio fuera de su casa esa tarde fue Diego Urik.

Diego Urik, sometido a proceso por el feminicidio de Jessica González

Con el transcurso de los días se fue exponiendo información sobre el caso. Como que antes de que su padrastro le acompañara a eliminar todo rastro de su auto, Diego había estado con tres de sus amigos, a quienes les pidió ayuda para dejar el cuerpo.

Además de una amiga que también supo del crimen y enfrentó un proceso por ocultar detalles para encubrir a Urik. Un cómplice más era el padre biológico de Diego Urik, luego de que presuntamente lo buscaran el mismo día para encontrar una solución conjunta.

La captura del joven, de ahora 21 años de edad, sucedió el 30 de septiembre. Contaba ya con ficha de búsqueda y se ofrecía un millón de pesos a cambio de información que ayudara con su captura, informó la Fiscalía.

Las pruebas incriminatorias y los testimonios recopilados bastaron para que se le negara el derecho a llevar su proceso en libertad, aunado a la posibilidad de fuga que existía de su parte.

Sobre la forma en que sucedió este feminicidio, se detalló que Jessica González murió a causa de una hemorragia ocasionada por golpes propinados por Diego Urik poco después de que la recogiera en su domicilio. Tras arrebatarle la vida, la cubrió con una manta azul y resguardó el cuerpo en la cajuela de su auto.

Entre los artículos de los que se deshizó para eliminar pruebas, se encontró un hacha, que hasta hoy no se ha informado su uso. Así como pertenencias de Jessica y la ropa que Urik llevaba puesta ese día.

Feminicida enfrentará 50 años de prisión

Dos años y cinco meses después, la justicia parece estarse haciendo presente en el caso de Jessica González. El pasado 15 de febrero de 2023, Diego Urik recibió una condena de 50 años por el delito de feminicidio. Luego de que el 27 de enero del mismo año se le encontrara culpable, pese a los intentos de su defensa por librarlo. Esta es la sentencia máxima para estos crímenes de género en Morelia, expresa la Secretaría de Igualdad Sustantiva y Desarrollo de las Mujeres Michoacanas.

Información recabada por El Universal detalló que en la audiencia se expresó que el Ministerio Público demostró con 120 pruebas y durante 24 horas de juicio oral, que Diego Urik es responsable de privar de la vida a la profesionista. Asimismo, se enfatizó en que sus acciones fueron con evidente desprecio a la mujer, vulnerando su derecho a la integridad psíquica, física y a su dignidad como persona; informó el diario.

Colectivas feministas y personas que siguieron el caso celebraron la decisión, pese a lo tardado de la condena. Hasta el momento, ni la familia y personas cercanas a Jessica González se han manifestado al respecto.

Foto: Charbel Lucio / Archivo El Universal

Sigue leyendo: Elena Ríos, su incansable camino en busca de justicia desde 2019

Así se ve la manipulación emocional “invisible” de tu pareja

manipulacion-emocional

La manipulación emocional a veces es “invisible” y por ello la pasamos por alto o ni siquiera la identificamos como un tipo de abuso por parte de nuestras parejas. Es alarmante que la sigamos viendo y viviendo como algo normal cuando es un tipo de violencia y un problema de salud emocional que afecta a muchas mujeres. 

La psicoterapeuta y conferencista estadounidense Susan Forward fue quien popularizó el término manipulación emocional, que define como “una forma de control que implica un acto de violencia psicológica utilizando el miedo, la obligación y la culpa como dinámicas transaccionales entre el manipulador y el manipulado”. 

Asegura que es un proceso prolongado y difícil de detectar en el principio de la relación, ya que hay veces que ni el manipulador sabe que lo es y por ello no hay forma de terminar con esta conducta. 

En México, de acuerdo a la última Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, el tipo de violencia que más prevalece entre las mujeres por parte de sus parejas a lo largo de la relación es la violencia emocional (40.1%), principalmente por indiferencia (29.5%), intimidación y/o acecho (24.8%) y degradación (22.1%). 

Foto: Pixabay

Los números son alarmantes, casi la mitad de las mujeres mexicanas hemos padecido manipulación emocional por parte de alguna de nuestras parejas en algún momento de nuestras vidas. No lo dejemos pasar por alto, no lo sigamos permitiendo, frena estas conductas por parte de tu pareja: 

  • Te castiga: Cuando tu pareja se enoja contigo te aplica la ley del hielo, lo cual genera en ti ansiedad. También puede castigarte haciendo algo que te molesta mucho, en forma de venganza. Con estas conductas lo que logra es que tú intentes contentarla desesperadamente. 
  • Te hace gaslighting: “Hacer luz de gas a alguien” o intentar que la pareja dude de su propio criterio con argumentos confusos como: “estás loca”, “eso nunca pasó”, “lo entendiste mal”, “eres muy sentida”, “yo no dije/hice eso”, “tú siempre malinterpretas las cosas”, “estás exagerando”. Al final, te está minimizando. 
Foto: Pixabay

  • Te aplica love bombing: También conocido como bombardeo amoroso es un tipo de manipulación en la que tu pareja te llena de detalles, es muy romántica desde el día uno. Por lo que caes rendida por tanta dulzura pero una vez que sabe que te tiene, se vuelve hostil y fría y tú no entiendes qué pasó, incluso te preguntas si hiciste algo mal. Esta conducta la repite cada que quiere conseguir algo, primero mucho amor, luego frialdad absoluta. 
  • Te culpa: Esta es la especialidad de los manipuladores emocionales, sus discursos siempre te ponen a ti como la mala del cuento.
Foto: Pixabay

  • Te amenaza: Puede ser que lo hagan de forma directa al decirte que te va a dejar, pero también puede hacerlo de forma “invisible” con su mirada, con sus acciones o con su lenguaje corporal, de tal forma que te sientes intimidada, que sientes miedo de que todo termine y tú deseas todo lo contrario. También puede usar frases como: “no sé si quiero seguir contigo”, “no creo poder continuar”, “siempre lo arruinas”, “estás acabando con lo nuestro”.

Trabajemos en reforzar nuestra autoestima y nuestra independencia emocional, ya que con ello estaremos blindadas de cualquier tipo de violencia. No olvides que para tener una relación enferma se necesitan dos personas enfermas o carentes, porque cuando uno está sano, a la primera se va al ver este tipo de situaciones. 

Si para estar contigo tengo que restarme, prefiero sumarme en otra ecuación. 

Salir de la versión móvil